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Día del Padre

Gavin Kerr / 17 de junio de 2018

El Día del Padre solía ser una de mis fechas especiales favoritas. Ahora, no tanto.

No me malinterpreten, atesoro el Día del Padre con mi hija y la familia. Cada día con ellos es un verdadero regalo. Pero el Día del Padre también me recuerda lo mucho que extraño a mi hijo Ryan todos los días.

Los niños tienen accidentes, se enferman y, ocasionalmente, terminan en el hospital. Eso es lo esperable. Pero, cuando esos eventos son enfermedades o heridas que cambian la vida, tu atención se centra en ese hijo enfermo y en apoyar a la madre, como debería ser. Tendemos a ignorar el hecho de que, como papá, también estamos abrumados y traumatizados. Lamentablemente, no prestamos atención a nuestra propia salud mientras apoyamos a nuestra familia durante la crisis. Y, esto puede pasarle factura a nuestra salud y bienestar.

Cuando nuestro hijo Ryan fue diagnosticado con osteosarcoma a los 12 años, nos subimos a una montaña rusa de emociones de 5 ½ años que desafió todas las creencias que tenía sobre mí como padre. Ryan y yo ya no podíamos jugar rudo por la casa como si fuéramos pequeños osos. Tomar riesgos se fue por la borda, ¿y la disciplina? ¿En serio? Tenía cáncer y perdió la pierna, ¿cómo se suponía que debía hacer eso? Pero ante todo, sentía que había fallado en protegerlo y que no había nada que yo pudiera hacer para “arreglarlo”. La preocupación y el estrés eran implacables. Me estaba costando darles a mis hijas adolescentes, Ashley y Katie, el tiempo y la atención que necesitaban, me estaba costando apoyar a mi esposa Cindy, me estaba esforzando demasiado por mantener la cabeza fuera del agua y tenía dificultades para pagar las cuentas. Nuestra familia estaba en crisis y cada vez más traumatizada con las subidas y bajadas de la montaña rusa emocional que era la enfermedad de Ryan.

Como les sucede a muchos papás, creí que podía manejar la situación sin pedir ayuda ni apoyo. En líneas generales, lo hice bastante bien, pero ya han pasado más de 15 años desde el diagnóstico de Ryan y todavía tengo algunos síntomas de estrés postraumático. Principalmente, no duermo bien, me preocupo cuando no tengo noticias de un miembro de la familia y, cuando hay algún problema de salud en la familia, sufro ataques de ansiedad. Si miro para atrás, estas son algunas de las cosas aprendidas que me hubiesen simplificado el proceso:

  • Estaba sufriendo más de lo que me daba cuenta. Estaba tan condicionado con que mi trabajo era ser fuerte y apoyar a todos los demás, que me desconecté por completo de mi propio estrés. De alguna manera, me convencí de que estaba bien a pesar del dolor de cuello constante, de la acidez estomacal, de los cuatro dientes rotos y de las largas noches de insomnio. Ojalá me hubiera dado más permiso para reconocer el estrés y hubiera dejado más tiempo para los descansos físicos y mentales a fin de fortalecer mi resiliencia.
  • Necesitaba más apoyo del que creía. Cuando el hospital me ofreció consultar con un psicólogo, trabajador social o capellán, lo rechacé. Creía que estaba bien y que esa ayuda le haría mejor a alguien más. Ojalá hubiera reconocido que la consejería habría mejorado mis habilidades para afrontar la situación y me hubiera permitido cuidar de mí y de mi familia aún mejor.
  • Yo era la única persona que no veía mi dolor. En retrospectiva, yo era el único que no veía cuánto estaba luchando. Mi familia y amigos fueron maravillosos y me apoyaron muchísimo. Ojalá hubiera aceptado sus ofertas de ayuda y compartido la carga. El camino habría sido mucho más sencillo para todos.

Cuando se piensa en la crianza y el cuidado de un niño con cáncer u otra enfermedad que cambia la vida, la atención está puesta en el rol de las mamás. Y está bien que sea así, pero esto implica, que, como papás, debemos valernos por nosotros mismos. Hasta las investigaciones se han centrado en las mamás y casi no hay investigaciones sobre cómo ayudar a los papás a sobrellevar la situación y fortalecer su resiliencia y la de sus familias.

La buena noticia es que, en las investigaciones emergentes, se ha demostrado que podemos reducir el impacto a largo plazo de una crisis de salud infantil en nuestros niños y en nosotros mismos. A continuación, encontrarás 5 consejos de afrontamiento:

  1. Destina tiempo a cuidar de ti. Esto puede sonar imposible durante las demandas de tratamiento urgentes o las necesidades de tu hijo, pero puede ser una inversión que te permita ayudarlo a largo plazo. Si no estás durmiendo o comiendo bien, te será más difícil ayudar a tu hijo. Ten especial cuidado de no aumentar el consumo de tabaco, alcohol u otras formas poco saludables de sobrellevar la situación cuando te sientas preocupado, molesto o estresado.
  2. Respira cuando te sientas ansioso. Practicar la respiración profunda puede ayudarte a calmar la mente y el cuerpo. Cuando sientas que tu nivel de ansiedad aumenta, haz una inhalación abdominal profunda (idealmente, de 5 a 7 segundos), aguanta la respiración (5 segundos) y luego exhala lentamente (de 8 a 10 segundos).
  3. Ten consciencia de ti. Percibe tus propios signos y síntomas de estrés traumático y pide a la familia y amigos cercanos que te hagan notar si estás luchando por hacerle frente a estas reacciones. La técnica de atención plena se utiliza para traer los pensamientos y las emociones al momento presente, en lugar del futuro o el pasado. Como ocurre con la respiración profunda, hay muchas maneras de practicar la atención plena. A medida que sientas que tu ansiedad aumenta, observa y describe con el mayor nivel de detalle posible todo lo que ves, oyes, hueles y sientes (en tu mente o en voz alta) para regresar el momento presente.
  4. Busca distracciones. Cuando los sentimientos de ansiedad te abruman, distraerse puede ser útil para encontrar la calma. Mira tu programa de televisión o película favorita, haz una actividad que te guste (ejercitarse, colorear, practicar un deporte) o juega un juego en tu teléfono o tableta para aliviar los pensamientos de ansiedad.
  5. Pide (y acepta) la ayuda de quienes te rodean. Deja que otras personas te ayuden y trata de sentirte cómodo diciéndoles qué tipo de ayuda necesitas (y qué no necesitas). Puedes hacer una lista de cosas que podrías necesitar (como hacer la comida o cuidar de tus otros hijos) y recurrir a ella cuando la gente te pregunte cómo pueden ayudar.

Las investigaciones han demostrado que con la adopción de algunas habilidades básicas de afrontamiento de situaciones, podemos aumentar la resiliencia y reducir el riesgo de síntomas de estrés postraumático a largo plazo. Es por eso que en Ryan’s Case for Smiles creamos nuestro sitio web CopingSpace. CopingSpace es un recurso familiar y fácil de entender en el que encontrarás toda la información que necesitas cuando la necesites. Lo creamos con un solo objetivo en mente: ayudar a los padres, a las madres y a las familias a transitar una de las experiencias más aterradoras y traumáticas de la vida, como lo es la enfermedad o herida de un hijo. Puedes visitarlo cuando gustes y recuerda que, si tu hijo sufre una enfermedad o herida que le cambia la vida, estamos aquí para ayudarte.

Por último, pero no por ello menos importante, ruego que encuentres fuerza y paz en este Día del Padre, en cada día de la enfermedad de tu hijo y en todos los días que vendrán.

Gavin Kerr

Padre y miembro de la junta de Case for Smiles

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