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La COVID-19 después del cáncer infantil: la visión de una mamá

7 de abril de 2020

La pandemia de COVID-19 es un momento aterrador para todos. Hay tanta incertidumbre, miedo y aislamiento, y tan poca información concreta sobre qué esperar. Para muchos, es como entrar en un mundo nuevo y muy aterrador. Pero para las familias que enfrentan o han enfrentado una enfermedad y herida infantil, todo esto puede parecer demasiado familiar.

El distanciamiento social es una práctica común para los pacientes con cáncer o inmunodeprimidos. ¿Y la absoluta falta de control? Es un montaña rusa en la que te subieron el día del diagnóstico y continúa hasta bien pasada la recuperación.

Esto no quiere decir que todavía no sea difícil y abrumador. Para las personas que luchan contra el estrés médico traumático, la pandemia de COVID-19 puede ser un desencadenante abrumador. Sin embargo, la experiencia previa de estas familias les aporta una visión interesante.

La COVID-19 después del cáncer infantil: la visión de una mamá

En una publicación de Momcology, una red de apoyo en línea para familias afectadas por el cáncer infantil, una mamá compartió sus pensamientos sobre la epidemia y lo que las familias de niños enfermos o heridos pueden enseñar a otros para transitar este momento difícil. Quedamos asombrados con su gracia, sabiduría y coraje, por eso decidimos pedirle permiso para incluirlo aquí, con la esperanza de que resuene y sea de utilidad para ti.

“Ya estuvimos aquí, mamá compañera de oncología. Tú y yo. Nos sentamos en el lugar donde el mundo se despliega para revelar todo lo que está mal. Donde en un segundo estás resoplando por tus rutinas normales y horario regular, previsibles, familiares, controlados y, en un instante, todo se desvanece. Cuando un obstáculo no solo bloquea tu camino habitual, sino que te asalta, te agarra y te lanza al suelo, la vida queda completamente revuelta. Tú y yo nos sentamos en este lugar donde darías cualquier cosa para volver al momento antes de que el mundo se estrellara.

Pero la cosa es que muchas, muchas, muchas, muchas personas no lo han hecho. Hay muchas personas a nuestro alrededor que nunca caminaron por una nada que deshace por completo su mundo. Están pisando el extremo profundo de esta pandemia, sin haberse lanzado nunca jamás a la piscina. Están abrumados, ansiosos, perdidos, confundidos. No tienen ninguna certeza sobre lo que sucederá mañana. O la semana que viene. O el año que viene. Temen que todo aquello que han tenido en tan alta estima no sea más que el confeti caído en el suelo después de Año Nuevo, barrido para siempre unas horas después.

El mundo que conocieron es radicalmente diferente. No se puede controlar. No se puede predecir. Y, definitivamente, no es justo. Aquello que nunca imaginaron experimentar está frente a sus narices y no está pasando. Graduaciones, bodas, vacaciones, fiestas, los últimos días de escuela, las temporadas deportivas, las pruebas de conducción, los conciertos, las salidas, las excursiones, los campamentos. La lista es larga. Tanto quitado en apenas una semana. Tanto que tal vez nunca se haga, vea, logre o disfrute. Nunca se han sentado en este lugar antes, donde te quitan cosas que jamás recuperarás.

Pero nosotros sí.

Y aprendimos mucho allí. Mucho sobre lo que es importante y lo que es frivolidad. Lo que es esencial en la vida y lo que solo son ornamentos. Aprendimos a priorizar, ajustar sobre la marcha, dejar que las cosas sin importancia se vayan. Tú y yo, nosotras pasamos por estos momentos de porquería, injustos, malos. Muchos de ellos, de hecho. Tuvimos que hacer grandes cambios en la vida en las salidas, las personas de confianza, las fechas de vacaciones, las salidas a comer, los quehaceres y las idas a la escuela. Hemos identificado y nombrado claramente las cosas que nosotros y nuestros hijos nos hemos perdido. Y, si eres como yo, has organizado algunas fiestas de autocompasión increíbles por esas cosas. Fiestas por la pérdida de la inocencia, por perdernos los grandes eventos de la vida, por los tratamientos horribles que son nuestras únicas opciones, por los días que nunca podremos volver a vivir y por los días que muchos nunca llegamos a ver. La lista es larga, detallada, llena hasta la cima. Hemos caminado a través de decepciones tan pesadas y agobiantes, que las huellas que dejaron en nuestras espaldas por cargarlas nunca desaparecerán.

Pero, a veces, nos olvidamos de que no todo el mundo tiene una bolsa llena y ha aprendido a arrastrarla.

Este es nuestro momento para ayudar. Nuestro momento para compartir lo que hemos aprendido sobre los empujones a lo profundo sin estar preparados. Nuestra oportunidad de tirar algunos salvavidas a quienes apenas pueden mantenerse a flote. ¿Quién, sino nosotros, podría caminar mejor junto a otros cuyos mundos han cambiado para siempre? Estamos bien preparados para entender, realmente entender, lo que se siente cuando te quitan la alfombra bajo los pies y las expectativas, los sueños y la normalidad estallan en mil pedazos.

No podemos permitir que el hecho de haber transitado este camino y aprendido mucho nos impida ayudar a quienes ahora sienten el agua helada en su piel. No podemos exigir que otros se pongan rápidamente al día con la perspectiva que tenemos ahora, huyendo de sus propias fiestas de autocompasión y ceremonias de duelo. Nosotros tuvimos la oportunidad de vivir nuestras decepciones, miedos, momentos de “la vida es injusta”; debemos dar a los demás la misma posibilidad. Tenemos que salir de ese lugar en el que me encontré últimamente: “ya estuve allí, ya hice eso. Mi vida fue así durante tanto tiempo, ni siquiera puedes imaginarlo. No tienes nada de qué quejarte” y pasar a “ya estuve allí e hice eso, entiendo lo que estás sintiendo. Déjame escucharte y ayudar”. Que este sea un momento en el que la gracia, el amor, la empatía y la comprensión se multipliquen por montones. Que quienes ya pasamos por mucho de esto antes y transitamos por un camino áspero y accidentado, podamos ser la luz del faro para quienes tienen que empezar a recorrer este camino”. – KMW, una mamá

Nuestros pensamientos están con ustedes mientras cruzamos esta tormenta juntos. Cuídense, sigan sanos y salvos y, ante todo, no pierdan las esperanzas.

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